martes, 14 de diciembre de 2010

En la quietud inquieta de la espera


Ella mira con sus ojos compuestos, siente con sus antenas cada vibración del entorno, oye con su único oído el menor suspiro. Nada pasa desapercibido, ni la ínfima movilidad de una hoja., ni cada paso de acercamiento, cada luz en la miradas de otro, cada intención, cada olor. Controla el entorno.
Ella inmóvil, más bien a la espera que al acecho, sentidos alertas. Llamativa y camuflada a la vez, contradicción misma.. sólo los de su especie han de verla.
Sus curvas , su postura, su cabeza altiva, su largo cuello de reina, sus brazos hermosos y amenazantes de fuerza, su gran abdomen que espera saciarse de placer , crías, perpetuidad.
Tiene grandes armas ésta Mantis no evidentes a simple vista. Se le ve pasiva pero es una bomba voraz antes de ser detonada –seguro que Hitchcock alguna vez la ha tenido como inspiración-
Tiene una paciencia irritante para el común del ojo humano que no ve sus intenciones ni sabe de su espera. Quieta, bella, altiva, amenazante, pasiva, sin vida aparente, religiosa para muchos que no saben cuán equivocados están. Ella no reza, no cree, no desea salvación; ella sólo siente la necesidad y el placer, o la necesidad del placer, o el placer necesario, para nutrirse de aquellos que están ahí, un poco más móviles que ella, deseándola más que la vida , más que la muerte, más que el tiempo. Sabiendo que quizás tendrán un final fatal, o quizás puedan librarse finalmente de los designios del destino mordaz.
Sin embargo ella merece la pena, el riesgo, la osadía, de que un ser insignificante pueda
complacerse en ella, depositando su vida, internándose sutilmente en sus entrañas de fuego y muerte
La espera es eterna, es sólo un día, pero eterna, un día de un año de vida. Problemente ella no sabe que después de ovar, morirá, y si lo supiera no creo que le importara. Así son las hembras tipo Mantis, desprendidas de toda vanidad inocua. De qué sirve preocuparse del futuro mediato. Sólo importa el placer de ser saciada.

Larga la espera. Alerta e inmóvil por grandes espacios de tiempo. No hay reloj, sólo necesidad.
Su hambre es clímax a ratos, se ve forzada a moverse y abanica el aire con sus hormonas mediante un leve movimiento de su abdomen, que arrastra como una gran capa. Hormonas y llamado visible. Los machos se inquietan, apresuran el paso-( en la escala de ellos que es invisible a nuestros ojos)- Ellos van a la posible muerte o a la imposible vida sin ella. La desean, se acercan… El más sumisamente audaz quizás logre llegar a su dorso y eyacular sin ser identificado . Entre más quieto y más “invisible” sea, tendrá oportunidad de vivir. Pero un tropiezo o un movimiento torpe será la muerte para ellos y la satisfacción total para Ella:
Sexo, ova, vida, alimento.

Sigue quieta, con su cabeza que gira en 180 grados mortales en movimientos infinitesimalmente leves. Su olor en millones de moles fatales. Su belleza que no tiene comparación ni graduación alguna: Sólo es.

El rito parsimonioso , protocolar llega a su fin y a su inicio, cuando la víctima no resiste más tan larga y angustiante provocación, y la sed se apodera de él y considerando la competencia de tantos otros que la desean, se lanza y sólo con tocarla, sólo con sentir su piel en sus patas, sólo con saber lo diminuto e indefenso que está sobre ella, lo excita, y puede adentrarse en ella, suavemente, sin aspavientos, sin fuerza, delicadamente y lo más importante: a complacencia.
La Mantis lo siente, siente el flujo en sus entrañas, siente el llenado, el límite, la invasión placentera. El orgasmo hace que su cuerpo comience enseguida una metamorfosis caníbal, sanguinaria… y exigida por tal violenta necesidad - sin saber que sólo ésta vez en la vida tenía la opción de optar por la vida o la muerte de único macho- el azar, y las circunstancias, hacen que se voltee, lo tome con sus poderos brazos y se lo mastique sin compasión alguna, absorbiendo toda esa fuente de alimento y energía, vorazmente , ¡con un hambre de años, ¡de vida!, mientras él patalea, se contorsiona y se apaga lentamente. Su misión está concluida.

7 comentarios:

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  3. ... y mientras se apagaba, su último aliento era de gratitud.

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  5. Siguiendo las órdenes de mi Ama Emilia, procedo a contar cómo me usó para Su diversión recientemente: como siempre, comparecí ante mi Ama con los pantalones abajo, Ella me preguntó que era yo, y yo le dije que era Su perro, Su puta, Su sirviente, Su lacayo, Su objeto... Mi excitación hizo que le dijera más de una vez que yo era Su puta, y mi Ama acotó que se notaba que me gustaba ser puta, y me ordenó que escribiera en mis nalgas con grueso plumón: "soy la puta de Ama Emilia". Lo hice. Luego me ordenó que me azotara diez veces en cada nalga para enrrojecerlas, y obedecí, agradeciéndole después de cada azote. A continuación me ordenó azotarme el pene, con latigazos breves y rápidos. Estando ya mi culo y mi pene rojos, mi Ama me ordenó que lubricara mi ojete de puta y que me acuclillara sobre el plumón tocando apenas la punta con mi agujero. Estando en esa posición me ordenó que me meneara como la zorra que era mientras cantaba un rap. Lo hice muerto de vergüenza mientras me inventaba un rap sin ritmo ni rima, sintiéndome sumamente ridículo (y, debo admitirlo, muy excitado); la risa de mi Ama fue un bálsamo que me confortó: supe que la estaba divirtiendo. Luego me ordenó que me metiera la mitad del plumón y caminara por la habitación como puta ansiosa en busca de cliente; me hizo desfilar dos veces, mientras reía. Iba de arriba abajo, cimbreante, pero con la mitad del plumón dentro del culo, y una de las manos soteniéndolo. Mi Ama me preguntó que por qué lo sostenía, y yo le respondí que por temor a que mi ano se lo tragara. Mi Ama se rió más fuerte y yo sentí mi rostro arder de vergüenza. Me ordenó darle pequeños latigazos al plumón para hundirlo hasta tres cuartos, con cuidado. Seguí Sus órdenes. Apiadada de mí, dijo que me permitiría masturbarme y eyacular a la cuenta regresiva de diez. Agradecido y excitado me masturbé con la mano izquierda mientras mantenía el plumón dentro de mi culo, sosteniendo uno de sus cabos con la mano derecha. Eyaculé precisamente a la cuenta de diez; lancé cuatro espesos chorros de semen. Tuve uno de los orgasmos más intensos de mi vida. Agradecí profundamente a mi Ama, jadeante, como el perro que soy ante Ella. Mi Ama simplemento dijo que ahora tenía que hacer y que me fuera, pues ya no me necesitaba. Salí con el rabo entre las piernas, pero dando infinitas gracias a mi Ama por haberme usado y permitido que la divirtiera unos instantes.

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  6. Temblando, desnudo, esperaba el castigo. Mi Ama Emilia me ordenó buscar una paleta. Solo encontré una cuchara de repostería, de madera y mango largo. Mi Ama me dio 30 azotes con la cuchara en las nalgas, en series de 5. Al terminar cada serie yo le agradecía por castigarme y recordaba mi falta. Faltando 15 azotes me ordenó que abriera mis nalgas con mi mano y exhibiera mi raja de puta inmunda. Así lo hice. Allí me propinó los últimos azotes. Me ardían las nalgas y, sobre todo, la raja. Mi Ama me dijo que ya sabía yo qué debía hacer ahora con el mango de la cuchara. Y yo, sí, lo sabía. Tomé la cuchara, lubriqué el mango con mi saliva, y comencé a metérmelo por el ojete. Cuando ya me había metido unos centímetros, mi Ama me ordenó que me sentara sobre el mango sin rasgarme el ano. Me acuclillé sobre el mango quedando en una posición muy incómoda. Mi Ama se rió y me dijo que me comenzara a masturbar en esa posición. Así lo hice, sintiéndome a la vez ridículo, tenso y excitado, en equilibrio, con la mitad de la cuchara dentro del ano, y la otra mitad reposando de punta en el suelo. Jadeaba como una perra y mi Ama reía. Me ordenó que me siguiera masturbando pero sin terminar. Obedecí hasta que Ella se cansó y me dijo que me largara.

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  7. Una vez más comparezco ante mi Ama, como puta y bufón. Ella me concede admirarla y escuchar Su voz. Me concede hablarle y le digo con sinceridad lo que veo: una Diosa de hermoso cabello largo y oscuro, mirada intensa, deliciosa sonrisa entre tierna y burlona, una fascinantes cejas que le dan autoridad y añaden exotismo a Su belleza, un rostro magnífico, escultórico. Le digo una vez más qué soy para Ella: su perro y puta; su puto y perra. Ella añade que soy Su esclavo, y, sobre todo, Su bufón. Sabe que me excita y que no puedo tocarme. Mi pene está hinchado. Ella me ordena que lo azote para bajar la erección. Lo hago con fuerza, ahogando gritos de dolor; pero se mantiene enhiesto. Entonces mi Ama me dice que lo estrangule con una mano y que con la otra me masturbe; al estrangularlo debo evitar la eyaculación, pues recibiré un castigo si ella ocurriera. Obedezco. Me cuesta trabajo hacerlo y mi Ama ríe. Su risa me excita, mi pene enrrojece y se endurece, el glande se hincha, está a punto de reventar, y se me hace más difícil aún evitar la eyaculación, pero lo logro apretando con mucha fuerza. Ella, piadosamente, dice basta. Le agradezco. Dice que debo tener el ano caliente como buena puta. Le confieso que es verdad, Ella me conoce. Me ordena entonces ir por un cepillo de dientes y embadurnar el mango con crema dental. Sigo, solícito Sus instrucciones. Luego me manda metérmelo en el culo. Lo hago. Experimento una rara sensación, un frío ardor. Ella dice que debería refrescarme y aliviar mi calentura de perra, y pregunta si es pasta dental de menta la que he echado al mango del cepillo; yo reparo en que es mentol, es decir, algo más intensa. Ella ríe, dice que soy una putita tontita, y me ordena caminar por la habitación con el cepillo insertado en el culo. Lo hago, sé que me veo ridículo con la pequeña escobilla asomando en medio de mis nalgas, apretando el ojete para que no se salga el mango, tratando de mover el culo como ramera, pretendiendo ser sexy, pero siendo en realidad un hazmerreír, el bufón de mi Ama. Ella rié a carcajadas, sonrrojándome, y provocándome con la humillación a la que me somete una erección mayor. Y yo no puedo menos que agradecerle desde lo más profundo de mi alma de esclavo.

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